domingo, 9 de octubre de 2022

Teorema VI. La vida


Ceras Kalato


Teorema VI. 

La vida

 

Se muestra lo sagrado a cada instante

cuando tenue luz se prende brevemente

tras el paso de las tibias formas.

 

Si contemplo los pétalos urgentes

mis entrañas atizan suavemente

y siento entonces que estoy vivo.

 

Olvidado contemplo la belleza

cuando en silencio el rumor escucho

y la tibieza del leve movimiento siento

 

Encuentro el sonido del mar y la cascada

cuando persigo el sabor a tierra y el olor a hierba

en la dulce humedad de lo salado.

 

Presiento entonces la fuente de la vida

Imagino el ánimo, el valor, la fuerza,

La entrega en el vientre que palpita.


En la noche lunar con ánimo terráqueo

pugna la tibia semilla

en el cálido regazo angelical  


 


 

 


domingo, 25 de septiembre de 2022

TEOREMA III


 Ceras Kalato.

 

Me ha contado mi vecina

que entierran a su vecino

con un perro negro fino

que lo guíe en el camino

 

Hay simbólico alimento

Para que no les falte nada

Lo despiden con un canto

que es una vieja tonada.

 

·         

 S

 Efímera criatura

sedienta de eternidad

La muerte es una tortura

que acaba el día fatal.

 

Aplaca tu desventura.

Y ensueña un alma inmortal

en un viaje ultramundano

por el reino de lo arcano.

 

En el tártaro abismal,

donde claman los torturados

En la isla feliz libres de todo mal

pacen los bienaventurados

 

Esta es de Sócrates

la reminiscencia, antes de la cicuta.

Con dioses, semidioses y héroes

de placentera charla disfruta. 

 

·         

P

 

Los ojos miran y los oídos escuchan…

pero solo lo pasajero y mudable,

Sombra informe, tosca copia, muestran

lo efímero y desechable.

 

Un relámpago ilumina   

al salir de la caverna.

El mundo de las ideas eternas

y de las formas perfectas

 

Platón es una palabra

que menciona, nombra

y trae a la imaginación

tosca representación

del Platón diverso y vario

que en los diálogos vi.

 

Después de mucho pensar

en mente tengo al fin,

de Platón una noción

Pero no es en realidad,

el verdadero Platón,

que es el Platón en sí.

 

Sé muy bien que esto es así.


·         

 

La vida terrenal es un instante,

y el transito solo una prueba.  

Es justicia el infernal castigo.

Piedad la espera doliente.

 

En la celeste matriz

de la luz del intelecto goza Dante

al lado de Beatriz

 

·         

                                                                K

Hay un mundo inteligible, que perdura

libre de lo sensual.

Es sin contradicción reino de la razón pura,

que aleja del animal. 

 

Allí sin interferencias la voluntad rige

guía y regula entendimiento,

razón y discernimiento

como el saber lo exige.     

 

Kant por siempre sin rival

contempla la perfecta construcción.

Todo tiene su lugar y cabal explicación.  

Nada escapa a la razón;

La razón no tiene escape en el sistema total.

                                 ·         

 H

 Y hay otro mundo más.

Allí el alma es poca cosa

Es cosa del animal.

 

El de la idea absoluta

y el espíritu universal.

En dialéctica evolución

a él se somete natura.

 

Lo ideal es lo real y lo real

es la idea objetiva y actual 

que en el curso de la historia

desarrolla la cultura.

 

La dialéctica socrática que solo acusa

del diálogo la contradicción,

Es ahora movimiento y es acción

tiene espíritu, historia,

es desarrollo y es causa

en hegeliana evolución.  

 

·         

 N

 La verdad es un invento

La razón solo un pretexto

La moral un ladino mecanismo.

 

No es posible detener lo que se mueve,

cambia, no regresa, se transforma

y nunca es lo mismo.

 

Atrapar en la red de la razón la vida

que fluye y se derrama incontenible.

No es posible.

 

No es posible contener el impulso vital,

la pasión que mueve a la voluntad.

 

Cada día todo empieza; escucha, mira,

respira, saborea, toca, camina, baila, gira.

Una música, un paisaje, un olor,

una textura, un sabor.

 

El hombre nuevo transcurre, olvida.

Está más allá del bien y del mal,

más allá dolor, de la enfermedad

la locura y la muerte.

 

El superhombre renace cada día.

 

·         

H

 No es el alma, simple halito vital

No es la idea, vana forma sin materia

No es la razón, creación intelectual

El espíritu tampoco, que desenvuelve la historia.

No es la vida que se acaba sin remedio.

 

Es el ente que se oculta y aparece de repente

Se revela poco a poco y muestra al ser.

Es el ser que está en la esencia de las cosas al nacer.

Es el ser que está, sin tiempo, eternamente.

 

La heideggeriana ilusión remonta toda noción

Y exige el uso de la imaginación

para abrir y descubrir

aquello que está escondido,

pero tiene que salir.

Allí está. Allí está la verdad.

Allí está la libertad.

 

·         

 

Sueña criatura efímera,

efímera y arrogante

Sueña, sueña inútilmente…

La humanidad es solamente

polvo de la inmensidad.

Teorema I

                                            Ceras Kalato

 

La inmensidad

Contempla el firmamento poblado

de estrellas rutilantes en la inescrutable oscuridad;

Escucha el ir y venir acompasado

de las olas en el mar tranquilo… en muda soledad.

Mira el embriagado tronar del mar bravío,

violento, enfurecido, irrefrenable.

La pacifica lluvia. El torrencial diluvio.

La respiración de la tierra. La selva exuberante.

Percibe la inmensidad, en fin… sublime, insoportable,

sobrecogedora, incomprensible, agobiante. 

La inmensidad, circunstancial, íntima y lejana

no se sabe, solamente se siente…?


La inmensidad eres tú.

 

El Universo.

¿Sabes cuántas estrellas hay?,

¿Su número es infinito?,

Giran en el firmamento…

¿Tienen un lugar?

Observas en las mañanas el mar tranquilo

Y ves que en las tardes avanza la marea.

¿Por qué hay tormentas?, ¿Cómo se forman?

¿Cuándo?, ¿Y…la vida marina?

Las plantas, animales y hombres nacen,

se reproducen y mueren en un ciclo continuo.

¿El Universo, es uno o vario?, ¿finito o infinito?

¿efímero o eterno?, ¿Es de todos por igual?

Observas, calculas, ensayas aquí 

ahora mismo en este tiempo. 

La gozosa, terrible, inefable inmensidad

¿Es entonces el universo temporal,  

contable, amable, dócil…. 

La inmensidad se torna inteligible,

homogénea, ordenada, finita y observable.

 

El Universo te pertenece.  

 

La vida te llama.

Perteneces a la dulce mitad de la otra mitad.

Eres también una ínfima parte del Universo.

Tienes la edad que las primaveras, los otoños,

Los inviernos y lo veranos te han entregado.

Sueñas, anhelas, imaginas, piensas, proyectas,

Actúas y esperas…

Amanece, escuchas, te llaman los agitados días

que te apartan de los sueños.

Disfrutas, bailas, cantas, lloras, suspiras, anhelas,

tomas en fin lo que la tierra ofrece a tus empeños.

En cada latido, en cada respiración la vida bulle

y se desparrama sin medida ni reserva.

Ha llegado la hora del amor que la ilusión enciende

y la pasión incontenible inflama.

Te entregas entonces y te alcanza la pena, el dolor, el consuelo,

el placer, el cansancio, la dicha y el sueño nuevamente.

La soledad, el desengaño, la traición

La mano amiga, el nuevo día, la sanación.

Cuentan la alegría, el vigor, la salud,

el florecimiento, la procreación

Esperan la enfermedad,

el acabamiento y la muerte.

 

La vida efímera y gozosa es solo tuya.   

 

Lima, marzo, 2022

 

 

sábado, 24 de septiembre de 2022

Teorema II

 

TEOREMA II

Ceras Kalato

Eres seria. 
Lo sé porque me sonríes y 
no te espanta mi amor.  


Sentía que todos estaban pendientes de sus palabras, de sus gestos, atentos a prestarle su colaboración, acompañar sus proyectos, complacer sus gustos por extravagantes que fueren; no dudaba en acometer las más desatinadas aventuras, ni en asumir los más difíciles compromisos; el mundo giraba a su alrededor; era bella, estaba llena de energías, pletórica; carente de celos, envidia o prevención, generosa y esplendida, no le interesaba conservar nada sino únicamente desplegarse extenderse sin límites; se mostraba segura, incontrovertible, arrogante, desdeñosa, soberbia. (La amé así, la amo todavía).

Disfrutó el frío de las heladas punas, contempló sosegadamente la inmensidad del cielo estrellado; en silencio escuchó el ir y venir de las olas; sintió el mar mojándole los pies; prestó atención al canto de los pájaros al amanecer y al bronco sonido de los ríos. Todo eso y muchas cosas más aprendí con ella.

Al principio se sabía débil, sin mérito o gracia, torpe, subordinada, temerosa, humillada, cobarde y transcurría entre el desasosiego, la niebla y la obscuridad; descubrió la rebeldía, aprendió la refutación, la virtud del silencio, el valor de la oposición y la réplica;  encontró aliento en la moda, la música, la pintura, la poesía, el teatro; y se vistió con nuevas ropas, nuevos disfraces, aprendió nuevas danzas y bailó entonando canciones modernas y remotas que aprendió de memoria; escucho el sonido de su voz, sus alaridos, el de las voces y alaridos ajenos, los cantos del coro y la alegría de a comparsa; los aplausos y las luces.

Hace algún tiempo se muestra silenciosa, ajena, sin atavíos, remembrante, desinteresada; envuelta en una belleza sosegada, tranquila, opaca; rechaza el bullicio, el aplauso, la crítica, retraída en si misma; sin culpa ni arrepentimiento sus días discurren sin afán, carente de sueños, proyectos y de compromisos; disfruta con moderación de las luces del amanecer y del acompasado ritmo de las noches.

Al fin ha logrado entender todas las formas del amor, su complejidad y sus extravíos y sabiéndolo ahora, sabe que nunca amó con decisión y entrega; que le falto sabiduría, que su amor fue siempre defectuoso, parcial, insuficiente, mediocre, reducido, insatisfactorio; infantil, ignaro y torpe. Acusa su descuido, ignorancia, falta de voluntad y de reflexión. El tiempo la consume, todo intento es vano, todo emprendimiento fallido, inoportuno.

Una noche a las orillas de un rio en medio de la exuberante selva, mientras escuchaba el canto de los pájaros, el chillido de los monos en los árboles, le rumor del discurrir de las aguas y el sonido de las hojas movidas por el viento, sentí que se alejaba de mi silenciosamente y pensé que me abandonaba, como sé muy bien algún día ocurrirá.  Pero no fue así, se quedó conmigo. Y a mi lado aquellos a quienes más quiero.

La levanto muy temprano, la llevo de paseo en bicicleta, al teatro, le busco distracciones; le recito versos de Dante, la poesía de Rubén Darío; le explico las razones de la Razón Pura, las refutaciones Nietzsche y la novedad de los post modernos; la conduzco hasta la orilla del mar, a los lugares que sus pies hollaron; sin ánimo busca en la noche estrellada algún signo, en la lectura algún encuentro y en la música alguna incitación.  

Despierta dos o tres veces para acomodar el cuerpo, ajustar músculos y articulaciones; en las mañanas hace estiramientos y se da baños con agua fría y caliente para templar el cuerpo; le hago masajes en los pies y en las articulaciones; la llevo de paseo, le procuro algunas ocupaciones simples; le preparo el desayuno, el almuerzo y la cena; se alimenta con ficticias ilusiones que pronto se desvanecen. La cuido, pero siento que mis cuidados la agobian, mi amoroso afán la oprime. Piensa en la eternidad. Sin esperanza marchita día a día. Su fuente se agota. 

No sé cómo deshacerme de ella.

Lima, 24/09/2022

lunes, 19 de septiembre de 2022

¿Cuál es la ideología del arte literario?

 

EL Arte Literario o la Literatura

 Ceras Kalato

El arte literario se desenvuelve sobre la letra, sobre la grafía que recoge símbolos que capturan la palabra pronunciada, palabra hecha de sonidos que a su vez mencionan cosas, hechos, acciones, pensamientos, sentimientos y emociones.

En la literatura está el origen de todas las ideologías, no hay ninguna que no sea literaria. En la literatura las ideologías toman forma, alcanzan consistencia y vitalidad. Toda argumentación es literaria y literaria es también toda fundamentación o justificación de los proyectos, propósitos, actos y resultados a que conduce la práctica de cualquier ideología. Toda crítica benevolente o áspera y toda refutación definitiva o provisional, es también literaria; es así porque tanto la verdad como la falsedad están encerradas en el lenguaje, verdadero o falso es el predicado gramatical o lo pregonado al público, y ambos pertenecen al texto, a la literatura, y como ella tienen afán definitorio.  

Cabe preguntarse entonces si la literatura -la cultura del texto y la lectura- no es tal vez una muy elaborada  ideología cuyos innumerables adeptos alientan la pretensión de sustituir, modificar, negar todo lo que no sea ella misma reduciendo la bellísima, terrible, incomprensible, absurda, sobrecogedora, inefable  inmensidad que percibimos a los estrechos límites de la palabra pronunciada, entonada, balbuceada, arrojada o peor aún, a texto, mera sucesión de signos convencionales y finitos, en el afán de encerrar lo percibido, escuchado, observado, olido, gustado, palpado reduciéndolo a la mínima estatura, para hacerlo comprensible al intelecto estrecho, al sentimiento ínfimo, a la pequeña voluntad con  el servil propósito de prestar conformidad a la soberbia, vanidad y orgullo. Hay que tener en cuenta que el imperio de la literatura -que cobija a las ideologías- es grande, excesivo, desaforado, abundante, unánime e inacabable; comprende en si todo ejercicio filosófico, científico, jurídico y tecnológico. Es un imperio tan grande y extenso como el de las ideologías que germinan y se multiplican en su seno.

Probablemente la filosofía es el más exitoso de los géneros de la ideología literaria. Es entre todas las artes humanas la que ha alcanzado la más alta preeminencia y sus obras, las obras del arte literario filosófico, las que con soberbia arrogancia han logrado y logran suspender el ánimo cuando atrapan a la imaginación, capturan al intelecto, encaminan a la voluntad, guían a los sentimientos y sirven de contención a las pasiones. Las inmarcesibles bellezas de sus ensoñaciones alientan la creación de elaboradísimos constructos intelectuales que determinan las manifestaciones de voluntad y la acción ordenada hacia la consecución de fines. La obra filosófica resultado de la reflexión acumulada en el curso de más de dos mil quinientos años es ciertamente magnífica.  

El espanto que provoca  la muda contemplación de la inefable inmensidad del firmamento estrellado, del bravío mar, de la selva exuberante, el vuelo del moscardón, de la luciérnaga, que en la imaginación se confunden con las imágenes que salen del sueño reparador de los equívocos, encuentra cura en la palabra que reduce lo inefable a texto, texto que si bien es cierto solo alcanza a proclamar  vanamente la identidad entre el que contempla y lo contemplado, graciosamente, torna la ininteligible inmensidad en sustantivo singular o gratificante predicado, espejo del si mismo que contempla.  

Así, ella, la dulce palabra, amante de la filosofía, nos entrega en una delicada bandeja las miles de cabezas de la castrada Hidra de Lerna cuando transforma la insoportable inmensidad en el manso y domesticado Universo que conocemos; divisible a voluntad en tantas partes cuantas sea necesario para ponerlo al alcance del mínimo intelecto; un Universo sencillo, unificado y contabilizable, completo y finito, diverso y único, en expansión o consunción, estático o dinámico, no importa, el éxito de la literatura filosófica, el éxito de la palabra “Universo” radica en que el Universo –que niega la inmensidad- es íntegramente nuestro, está a nuestra disposición, uso y disfrute.    

Y así, por si esto fuera poco, para liberarnos aún más de la angustia, la literatura filosófica convierte en tiempo la también insoportable Eternidad que nos acosa; y ocurre entonces que la Eternidad que nos agobia y nos envuelve aparece como una ordenada y sucesiva repetición de momentos repartidos en una sencilla y agraciada línea horizontal, vertical, oblicua o circular de tiempo que cómodamente capturamos, medimos y contabilizamos en nuestros pequeños escritorios que ocupan un lugar en el Espacio, espacio que es una determinada parte de nuestro por segunda vez reducido Universo, sometido a la voluntad que el intelecto ordena y rige. Con similar dedicación y diligencia los secuaces de la literatura filosófica, cultores de la literatura histórica, científica, jurídica, etc, laboran pacientemente sobre el tiempo y el espacio, la norma, la regla en la literaria construcción.      

La literatura ciertamente es el arte dominante en los últimos siglos, es un arte rico, pletórico, abundante, sorprendente y avasallador. Sus artífices alientan un gran apetito y la llevan a engullirlo todo en si misma en el afán de unificar lo múltiple, detener lo que fluye, atrapar lo que transcurre y eternizar lo efímero en la grafía.

Las artes, todas la artes -la música, la pintura, el teatro, la danza, la escultura, el canto, la arquitectura etc., pero también la agricultura, la alfarería, la orfebrería o la zapatería- tanto como la literatura, excitan a la imaginación y constituyen ejercicios intelectuales y prácticos emprendidos con el afán de encontrar respuesta a las mismas interrogantes y  son ciertamente diversas formas o maneras de aplacar la congoja de lo ínfimo ante lo inmenso, de lo efímero ante lo eterno, lo sucesivo respecto a lo permanente, de lo finito y limitado respecto al infinito e ilimitado.

La pintura -los pintores. intentarían hacerlo con los colores, la música con los sonidos, la escultura con las formas, la arquitectura con los espacios, el canto con la voz, la danza con el cuerpo, etc.. 

Todas las artes, tanto como la literatura abren el intelecto, estimulan la imaginación, afinan la percepción y descubren nuevos ámbitos propicios a la acción que se traducen en obras que dan fe de la capacidad e ingenio del hacer humano en sus múltiples manifestaciones.

Lo singular de la ideología literaria -no del arte literario, que principia y acaba en la proclamación de la belleza- es la pretensión de verdad, universalidad y preeminencia que alentaría en sus adeptos un sentimiento autoritario y excluyente. Está acuñado un término muy preciso hay para estigmatizar al quienes son ajenos a las prácticas, creencias, principios, métodos, técnicas, reglas literarias: bárbaro, analfabeto, iletrado, sinónimo de ignorante, primitivo, torpe, carente de juicio y raciocinio. No hay termino similar o correlativo para identificar a quienes son ajenos a la práctica de la música, o el canto o la pintura o la arquitectura o la agricultura, la talabartería  o cualquiera de las otras artes.

La ideología literaria y sus desarrollos teológicos, filosóficos, científicos, jurídicos y tecnológicos no son ciertamente la única manera de enfrentar la congoja y superar los desafíos que plantea la efímera finitud de la vida individual, colectiva o comunitaria.  

El desdeñoso edificio levantado por la ideología literaria, se erige sobre los escombros o más bien sobre los formidables cimientos de una ignota y olvidada sabiduría, comprensión, entendimiento, sensibilidad, imaginación, pasión, sentimiento y amoroso afán de quienes nos antecedieron en el tránsito y fueron capaces de preñar a la madre tierra, sembrando en ella para hacerla generar, germinar,  parir y multiplicar animales, plantas, frutos, cereales y tubérculos que entregan con abundancia vida y nos sirven cotidianamente de alimento. Aquellos que entendieron que el hombre es un efímero fermento de la tierra y rendidos la adornaron con amoroso afán. Para entenderlo basta contemplar los andenes de Andamarca y saber que sus artífices consumaron su existencia acomodando piedra sobre piedra sobre los remotos andenes siempre renovados que adornan el valle desde la orilla del rio hasta la cima de la montaña, para recibir la lluvia, ver la germinación de las semillas, el crecimiento de las plantas, acompañar agradecidamente el florecimiento y la fructificación, ajustando el ritmo de la vida a la respiración de la sagrada tierra que es fuente de todos los bienes.

La filosofía, la ciencia, la jurisprudencia y la tecnología de los últimos dos mil años empeñada en el afán de usufructuar la herencia recibida, no ha logrado crear y hacer que la madre tierra fructifique y entregue ni una sola nueva especie animal o vegetal. Solo está a su alcance degenerarlas o extinguirlas. No lo ha logrado porque la ideología literaria es estéril. El texto captura, inmoviliza, detiene, petrifica, reduce, momifica, diseca; se agota en la copia y en la repetición.

La creación, cualquiera que ella sea, pero en particular la creación de la vida y la vida misma no admiten copia ni repetición ni regularidad. Los pollos de granja que abarrotan los mercados no son creación filosófica, científica o tecnológica u obra del granjero, así como tampoco lo son el trigo, la papa o la uva que cultiva. Distinta consideración merece el pollo a la brasa, el pan o el vino que, no cabe duda, son creación y obra de otras artes, distintas al arte literario.      

La vida palpita en los usos y costumbres que fluyen en la inasible continuidad de lo cotidiano, en las modas, en la música, en la danza, en el canto, en la ceremonia, en el rito, en la muda contemplación, en el silencio   que en cada momento incitan a la acción que desborda siempre los estrechos límites de la palabra para transformarse en obra o acontecimiento que engendran otros, nuevos, distintos a los anteriores. La vida se apaga, acaba, es efímera; si es efímera, es  vana, si vana falsa; si es falsa no es verdadera;  la vida verdadera está más allá, porque la vida sigue, continua, no se detiene, engendra nueva vida;  la vida nos envuelve y nos deja; la vida no se apaga, se prende en cada momentos; la vida no acaba sino que continúa su alegre marcha; la vida no es vana sino desdeñosa; no es falsa ni verdadera, es vida y nada más que vida, se pierde, se disgrega y retorna como las olas del mar que contemplamos.

El mundo construido sobre la palabra, hecho de letras, textos que se multiplican al infinito en una vorágine de grafías, asfixia. La ideología literaria se ahoga en el torbellino de imágenes que trae el internet. La literatura muere y como toda muerte anuncia el germen que alienta una nueva vida. Hemos de celebrarlo con bombos y platillos, violines y trombones, pianos, pífanos y timbales; entonaremos cada día nuevos himnos, cantos, gritos, alaridos, susurros, silencios que alegremente entregaremos al olvido; inventaremos nuevas danzas; adornaremos la tierra bordándola con andenes, construiremos templos, pirámides; tomaremos la tierra en nuestras manos para moldearla y será nuestra imagen.  Celebraremos y adoraremos a todos los Dioses. Aprenderemos el arte de vivir, aprenderemos el arte de callar, de cantar, danzar, modelar, pintar, imitar, construir sobre la inmensa arena de la eternidad. Lo haremos sobre las ruinas, escombros y cimientos de la ideología literaria, madre de todas las ideologías. La lengua, entonces, sin ataduras, se tornará múltiple, distinta, diversa en cada momento como la música o la danza y servirá nuevamente para cantar la gloria de Beatriz.

 

 

Lima, 03/08/2021 

 

¿Que es una ideología?

 El Discurso de la ideología.

 

El amor consiste en que tu estés bien, que te sientas bien. Dime entonces cómo es que tú puedes estar bien. Tal vez sin verme.  Pues entones que así sea. Tú ganas. Vas estar bien sin mí.  


 Ceras Kalato

I. Apología de las ideologías.

Una ideología no es solamente una idea brillante que abre las puertas a la comprensión universal de los avatares humanos y divinos, -como, por ejemplo, la idea de Platón-, sino un juego estructurado y completo de brillantes ideas adecuadamente ensambladas que, inteligentemente utilizadas, ofrecen multitud de opciones y para encontrar respuesta coherente, casi siempre irrefutables, a cualquier cuestión cotidiana o trascendente que reclame nuestra atención o requiera solución pronta y satisfactoria.   

Es indudablemente grato encontrar para sí mismo y tener a disposición en todo momento una ideología bien elaborada, razonable, consistente, buena y mucho mejor si, además, se ajusta al sentido de lo estético, como la exige la pulcritud intelectual. Es dulce abrazarla y seguirla amorosamente hasta el final de los días. Defenderla con valor si es atacada. Demostrar su virtud y bondad si alguna duda incita. Entregarse a ella sin hesitaciones o reparos. Amarla con inquebrantable fidelidad. Y atarse a ella sin vacilaciones o miedo a la mortalidad.

Es el ideal que perseguimos incesantemente sin que interese la consumación; un sueño que con insistencia esperamos se torne mundanal realidad; un propósito que justifica el esfuerzo que impone el día a día; una razón que muestra el orden que requiere el discurrir equilibrado. Nos permite sujetar la imaginación que en su galope desborda; señalar un cauce a la fantasía que la noche enciende y el día clarifica; señala un sentido al caótico devenir de los acontecimientos; un orden intelectual para el discurrir del pensamiento, el raciocinio, el juicio y la acción.

Una ideología, cualquiera que ella sea, está acompañada siempre de la certeza que se requiere para buscar, perseguir y encontrar las verdades que ella cobija; una certeza, cualquiera sea, no necesita demostración, es siempre el supuesto anterior al ejercicio lógico; abrazar la ideología que en ella se sustenta, es un amoroso acto de fe que conduce a una determinación de voluntad perdurable. Es entonces la piedra de toque inconmovible en el proceloso mar que aventuramos en el cotidiano discurrir de nuestra efímera existencia.

Entonces íntimamente satisfactorio es saber que en la ideología que profesamos -religiosa, política, científica, jurídica, filosófica- se encuentra esa inconmovible verdad que necesitamos para vivir en paz e ilumina y señala firmemente la ruta correcta a nuestros claros pensamientos y acertadas decisiones. Encontrar en los primeros principios en que ella se sustenta y en los conceptos fundamentales que desarrolla, acertada respuesta a toda duda. Cabal explicación a todo problema, cualquiera sea su rango:  universal, general, particular o singular; ya sea nuestro o ajeno.

Y Sumamente alentador encontrar que las creencias que profesamos y los principios que nos guían son profesados y sirven de guía también a otras personas que nos brindan su aprobación y apoyo explícito, o el apoyo implícito del aquiescente silencio y comprender que no estamos entonces solos, sino que pertenecemos a un conjunto, grupo, colectividad o comunidad de seres humanos creyentes, valerosos, sapientes, justos o ponderados que nos acompañan en el curso de la azarosa existencia, y nos permiten así reconocernos en el claro espejo de la fraternidad.

En el orden práctico, es muy útil tener un conjunto de normas y reglas certificadas por el uso, la costumbre o la autoridad -religiosa, científica, jurídica , política o académica- que señalen qué decidir y qué hacer en cada momento en orden y concordancia con las creencias, conceptos y proyectos que orientan nuestros pensamientos, sentimientos y emociones que, en ultima instancia, determinan la bondad y justeza de los actos ejecutados, de los hechos alcanzados o resultados obtenidos como consecuencia de nuestras decisiones y sirven para contrastar y justificar las creencias en que se fundan. 

El encuentro con nuestra ideología se produciría en el momento en que nos alcanza la iluminación divina, filosófica, teórica, científica, jurídica, académica, partidaria, patriótica. Una vez que la adoptamos o nos adopta o la encontramos o nos encuentra ya sea por el uso, la costumbre, la tradición, la autoridad o por nuestro rebelde y razonado esfuerzo, la inquieta y agobiante duda que paraliza se apaciguaría y toda inquisición ajena a nuestra ideología se torna vana, vacía, inútil, deleznable. Liberados de esos obstáculos fluirían entonces en un discurrir claro y armonioso pensamiento, sentimiento y voluntad que, correctamente encaminados, guían la acción.

Una virtud adicional -en la cual tal vez se encontraría   la razón de nuestro apasionado amor por la ideología que nos cobija- está en que la inconmovible certeza que nos brindan las creencias que firmemente profesamos, torna inútil el ocioso examen de las creencias ajenas, necesariamente vanas, absurdas, vacías, desdeñables o punibles, y el de los conceptos, procederes, usos y costumbres de quienes las profesan que, entendemos, forman parte del grupo de los ateos, infieles, ignorantes, bárbaros, pervertidos o simplemente tontos, necesariamente equivocados.  

Además, las ideologías muestran ante nuestros ojos los altos galardones alcanzados por sus más eximios adeptos. Vemos que la ideología religiosa conduce a la santidad pues proviene de iluminación divina, como lo atestiguan San Agustín de Hipona y San Francisco de Asís; la ideología filosófica conduce a la sabiduría, basta recordar a Sócrates; la ideología científica promueve sabios; la patriótica héroes; la política, genera luchadores y líderes; la jurídica, juristas que saben de lo justo y lo injusto. Y cuando no es así, alienta la escuela entre los adeptos comunes; y surgen entonces devotos, filósofos, científicos, militantes, partidarios, patriotas, adalides, legistas o constitucionalistas.

Es claro que no todo es armonía, tranquilidad y concordia; cabe el cuestionamiento de los dogmas que celosamente conserva la ortodoxia; cabe la rebeldía que alimenta la heterodoxia que urge  a la renovación en orden a los sucesivos cambios en la experiencia individual o colectiva, lo cual redunda indudablemente en su perfeccionamiento gracias al afinamiento de los conceptos que le otorgan mayor consistencia, proporcionando, por otra parte, seguridad intelectual, afectiva y moral que fortaleciendo nuestra  voluntad presta aliento a la renovada acción.

La confrontación ideológica -necesaria respecto a las ideologías opuestas- conduce al esclarecimiento de nuestras creencias y conceptos en la medida que permite reconocer las inconsistencias, errores o defectos de las tesis en que se sostiene la ideología que profesamos, por una parte, y por la otra, permite identificar las inconsistencias, errores o defectos de la ideología que recusamos. Ese proceso conduce entonces a dar más claridad que redunda en la reafirmación de las propias creencias o en algún caso a su rectificación, modificación o reestructuración.

El conocimiento de las creencias, conceptos y tesis que sirven de sustento a las ideologías contrarias permiten encontrar explicación a los proyectos promovidos, a las acciones ejecutadas o hechos realizados por sus adeptos en orden a esas creencias, conceptos o tesis. Este conocimiento sería útil al momento de la refutación y al examinar el estado de cosas cuyo cambio modificación interesa llevar adelante o amorosamente conservar. Podríamos entonces prevenirnos ante el peligro que encierran, combatirlas denodadamente o eliminarlas a ellas y a sus adeptos solo si fuere necesario desde luego.  

Es ocioso decir que las ideologías acusan siempre la falta de acuerdo respecto a las creencias en torno a las cuales se desarrollan, pues si hubiere tal acuerdo -si todos fuéremos científicos, creyentes, patriotas, izquierdistas, etc-, no sería necesaria ninguna elaboración teórica o justificación de la práctica que sustenten las creencias o acciones, pues una y otra formarían parte de los usos y costumbres admitidos y aceptados también. Lo que es aceptado por todos no necesita examen, justificación o fundamentación racional. Niega el acuerdo universal el loco o el desadaptado.

·          

 II. Critica de las Ideologías

 

Se sabe que mucho tiempo antes de que Nietszche declarase la metafórica muerte de Dios, había llegado el fin del apogeo de la ideología religiosa. Sin embargo, esa ideología, que agazapada espera renacer y alienta, en su declive engendro y dio a luz a sus vigorosas párvulas: las ideologías filosóficas, científicas, jurídicas, sociales, históricas en boga, que siguen los pasos y fórmulas de su progenitora, a despecho de sus recusaciones.

 

Es común a todas las ideologías, cualquiera sea su índole, la voluntad autoritaria y discriminadora que se hace manifiesta en la creencia en que el bien el bien, la verdad y la justicia consiste en lo que de ellos cada una de ellas afirma. El razonamiento en el cual implícitamente se apoyan es simple. Siendo el bien y la justicia, tanto como la verdad, una sola, como dice el sabio Descartes, -uno de sus primigenios promotores de las ideologías-, es necesariamente falsa la afirmación que las niega y equivocados quienes lo hacen, merecedores de la condena eterna al fuego infernal en que se consumen las almas de los ignaros y réprobos, o en el orden de las ideologías profanas, merecedores de la moderna condena al hambre y a la miseria que alimenta las luminosas aras de la civilización, la cultura y el mercado mundial de libre competencia donde acaban los cuerpos de los ignorantes, atrasados o subdesarrollados.

 

La académica universitaria que acuna y amamanta a todas las ideologías está hecha con fidelidad sobre el molde de la tradición clerical eclesiástica; y así, la recolección de almas piadosas de Salamanca para el servicio de la Iglesia y la Gloria de Dios en pos de la salvación y la vida eterna, no es distinta de la cuidadosa selección Universitaria de mentes inteligentes para el servicio de la Empresa y el Desarrollo de la Ciencia y de la Jurisprudencia en pos del progreso, de la justicia y el bien universal. La promesa es similar en ambos casos el paraíso está reservado para los fieles bautizados y piadosos o para los brillantes graduados, en tanto que el infierno espera y acoge a los réprobos o ignaros.

 

Resulta por eso sumamente doloroso saber que el apogeo de las ideologías que tanto amamos está llegando a su fin; doloroso saber que agonizan; que la globalización de las comunicaciones, la vulgarización del texto, la multiplicación de las imágenes, el estruendo o sencillez de la música, la contemplación de las vidas ajenas, la renovación del lenguaje, la inevitable cercanía en fin; habrían firmado su sentencia de muerte, no porque las odie sino porque en el torbellino acoge y ama a todas por igual y ninguna sería mejor que la otra, lo cual tornaría a todas vanas, vulgares, opacas, corrientes, restándoles el vigor que enciende el entusiasmo y la consistencia que otorga seguridad.  Parece que esta irremediablemente fracturada la unicidad del mundo que alientan las ideologías

Espanta el pueblerino ciudadano del global que no siente congoja alguna por una divinidad, multiplicada por infinidad de religiones que prometen diversidad de caminos para alcanzar la vida ultramundana; desazona saber que el pueblerino ciudadano ignora la reducción del bien a economía monetaria de la cual dependería el bienestar universal; desconoce que la  justicia está encerrada en los parámetros de la norma que declara la también universal vigencia y validez de sus prescripciones, principios y valores; y no cree  en la verdad universal y definitiva encadenada ahora a la misión servil de auxiliar de la lógica formal; o en la  belleza atrapada en el museo, en la estética del mercado y la crítica mercantil.

Si, como podemos constatarlo cotidianamente, la imaginación que oscila entre el sueño y la vigilia prestando aliento a las creencias, habita en todas las mentes y su vuelo nos alcanza desde remotos lugares; si la capacidad de distinguir entre lo bueno y lo malo, entre lo justo y lo injusto, entre lo verdadero y lo falso, entre lo útil y deleznable pertenece a todos los individuos de la especie humana y a todos ellos pertenece también la facultad de percibir la belleza y sentir la congoja ante la finitud de la vida, parece claro que no habría ya razón para pensar que solo uno sea el camino que conduce a la vida ultramundana, al bien, a la justicia, a la verdad o a la belleza y mucho menos razón aún habría para creer que el camino que por gracia o azar nos ha tocado transitar sea el único razonable y cierto.

No habría ya razón que justifique la creencia en que ellas nos pertenezcan y pertenezcan a quienes creen, piensa y sienten como nosotros.   Parece claro que todas ellas -el bien, la justicia, la verdad, la belleza- pertenecen íntegramente a todos los hombres y a todas las comunidades humanas y que en todas las comunidades humanas, asumiendo diversas formas y contenidos, desde alguna perspectiva, en todo momento, en algún caso y en determinada circunstancia, aquí o allá, tiene lugar el proceder bondadoso, el acto justo, la declaración verdadera, la imaginación radiante o la obra bella que tal vez no alcanzamos a entender ni comprender… Y seguramente también habrá todo lo contrario.  

Y así tal vez sea suficiente entonces para él pueblerino ciudadano del mundo y para nosotros saber que el dios adoramos nos acogerà con los brazos abiertos y no hará lo mismo con aquellos que merecen nuestras, probablemente rencorosas o injustas recusaciones; que carece de importancia saber que la tierra es redonda y gira alrededor del sol y que algunos hombres haciendo utilizando ciertos artefactos han llegado a la Luna, porque la Luna sigue allí alumbrando en las noches para todos aquellos que callados la contemplan; debemos tal vez conformarnos con admitir entonces que la verdad, el bien y la justicia depende del contexto y no tienen nada de universal ni definitivo.

Es comprensible que muchas personas -atrapadas en las dulzuras del pasado y su sencilla seguridad-, nos neguemos a reconocer el ineluctable declive de las ideologías; lastima la intuición que lleva a pensar que fueron y son solamente efímeros sucedáneos de la ideología religiosa, reina absoluta en los tiempos de Dante.

No es fácil desprenderse de las ideologías, cualquiera que ella sea, porque sin ellas, sin el amparo que brindan, sin la seguridad que proporcionan, sin la guía que señala el camino, habremos de hacernos responsables de nosotros mismos ante nosotros mismos. Seremos entonces Juez y testigo, víctima y victimario, acusado y acusador, y sin alegatos, suplicas o apelaciones hemos de pronunciar silenciosamente la sentencia de primera, última y definitiva instancia portadora de nuestra absolución o condena.

Sin embargo, debemos pensar que a despecho de la congoja que nos embarga por su irremediable pérdida y lo incierto que desnudos debemos enfrentar, hay motivos para celebrar alegremente y aun para bailar sobre el cadáver de las ideologías que tal vez empecemos a percibir maloliente.  Porque: ¿Hay acaso algo más peligroso que el patriotismo, padre de todas las guerras?, ¿Hay acaso algo menos razonable que la inconmovible verdad, engendradora de la falsedad y el fanatismo?, ¿Algo más falso que la historia, pregonera de una vana la continuidad en la vida de los hombres sobre la efímera memoria?, ¿Algo más autoritario que la religión, exclusiva titular del más allá?, ¿Algo más vano que el progreso sin principio ni fin?, ¿Algo más estrecho que la Evolución al no sé sabe dónde?, ¿Algo más peligroso que la Política que alimenta el fanatismo? ¿Algo más pretensioso que la filosofía directora del ser y el no ser, del bien y del mal, del caos y el orden, de la belleza y la fealdad? ¿Algo más destructivo que la Ciencia?, ¿Algo más violento que el Derecho?, ¿Algo más desdeñable en fin que la tecnología del día anterior?

¿Alguien podría negar que en el homicida Siglo XX, (y en el actual) cada una de las catástrofes humanas -la discriminación, el hambre, las migraciones, la guerra- que fueron y siguen siendo la noticia del día a día, se alimentan y encuentran aliento en algunas o en todas esas ideologías? Creo que nadie… pero dejemos esto por ahora y busquemos un poco más.  

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